lunes, enero 10, 2005

EL PEQUEÑO VAGABUNDO

Madre amada, madrea amada, la iglesia esta yerta,
y la taberna es grata, placentera y tibia.
Puedo decir, por otra parte, donde me tratan bien,
aunque tal trato nunca será bien visto por el cielo.

Si en la iglesia nos diesen un poco de cerveza
y un fuego grato para entibiar nuestras almas
cantaríamos y rezaríamos el día entero.
Nunca querríamos alejarnos de la iglesia.

Así el párroco podría predicar, beber y cantar.
Todos nos sentiríamos dichosos como pájaros en primavera
y la modesta dama contrahecha, que siempre está en la iglesia,
no tendría hijos patizambos ni repartiría ayunos y latigazos.

Y Dios, como un padre, se regocija al ver
a sus hijos tan agraciables y dichosos como El.
Ya no reñiría con el diablo,
sino que le besaría, dándole bebida y vestido.

WILLIAM BLAKE